El poemario en versión digital

GIRAPOEMA en formato de revista digital gracias a Dennis Mariella.
NUESTRA CENA CON UN ÁNGEL

Encontré anclado en el tiempo
un atardecer lejano,
con su capitán Juangriego
a quien sorprendió pescando.

Una cena junto al mar:
los niños iban brillando
con pinceladas de sal
que El Caribe había pintado.

De repente una figura,
de muy menuda presencia,
nos pedía con urgencia
las sobras de nuestra mesa.

Se detuvo aquella escena,
con su sol anaranjado,
con sus barquitos de perla
y sus recuerdos anclados.

Todos lo reconocimos:
un ángel había llegado,
tenia vergüenza al pedirnos,
mas el era el gran regalo.

Nos dijo, yo no hago ruido,
comeré abajo en la acera,
y masticaré escondido,
para que ustedes no vean.

Mas como darle las sobras,
de nuestra miseria humana,
si hemos anclado sus horas
a tan injusta batalla?

Con lágrimas en los ojos,
lo invitamos a la mesa,
fuimos testigos de un rostro
al que todos se asemejan.

El tenía nueve años:
mi hijo cedió su cena.
El se llamaba Gerardo,
el de las alas de seda.

Comió todo frente a él,
como saciando su sueño:
el de un día llegar a ser
un pescador de Juangriego.

Su padre vendía zapatos,
en una tienda del pueblo,
pero el decía que pescando
se aseguraba el sustento.

Ni por su ojito derecho
entraba el atardecer,
el decía que estaba ciego,
pero ese es su parecer.

Si nos negamos a ver
el hambre de sus caminos,
el ciego de proceder,
es culpable de su olvido.


Estamos ciegos de alma,
reyes de un reino vacío:
nos ve con alma descalza.
este angelito perdido.

No te olvidare, Gerardo,
pues te has quedado por dentro,
ya no en un puerto lejano
si no en ardiente recuerdo.

Su llama forjará sueños
y esa anhelada respuesta,
que dibuja el frágil vuelo
de tus alitas de seda.


Carmen Rojas Larrazabal - USA

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